http://www.publico.es/culturas/446548/kiko-amat-temo-que-el-15-m-entre-en-un-estadio-de-museistica
Kiko Amat: "Temo que el 15-M entre en un estadio de museística"
El escritor de Sant Boi ambienta su cuarta novela, protagonizada por un periodista en crisis laboral y existencial, en una Barcelona insurrecta al borde de la revolución
Kiko Amat (Sant Boi, 1971) ha tomado distancia del cinturón rojo de Barcelona, escenario poblado por skins y punks con las hormonas en ebullición en el que se desarrollaba Rompepistas, para situar su pluma en la Plaça de Catalunya, parada y fonda del 15-M allá por 2011. La irrupción del movimiento es el paisaje de fondo de su cuarta novela, Eres el mejor, Cienfuegos (Anagrama), un tratado de desamor protagonizado por un periodista musical al borde de la cuarentena, en plena crisis laboral y existencial, que lucha contrarreloj para recuperar su pasado idílico y anticipar un futuro insurrecto.¿Cree que las referencias musicales, que responden a una época, pueden provocar que la obra quede desfasada o que los lectores más jóvenes se pierdan con menciones que tal vez desconozcan?
Aprendí muy rápido que todo tiene que ser utilitario y servir para algo. Todo está muy medido y no se habla de nada gratuitamente. Para mí lo esencial es explicar a los personajes y llevar adelante la trama. No es una bromita posmoderna.
Pero usa pequeñas historias ajenas para, engarzándolas, construir la suya propia.
"Me revienta que en las elecciones me exijan tomar partido entre hijos de puta"
Yo
hago tragicomedia vivencial. Hablo de historias ajenas de mi entorno y
hablo de mi vida. Vengo de la escuela de John Fante y de toda esta gente
que hablaba de su entorno y de experiencias claramente vividas. En mi
caso, lo mismo. Puedo tener imaginación para trazar una trama y una
serie de sucesos, pero la emoción y los sentimientos son vividos. Hay
una completa sinceridad emocional. Si no me han pasado a mí o a mi
gente, no puedo hablar de esas cosas.El protagonista es un periodista cuarentón frustrado...
Bueno, un has-been, como dicen los ingleses, que para eso tienen una palabra que lo describe perfectamente.
Sí, venido a menos o...
No es un perdedor exactamente, sino un tío que apuntaba maneras. Un has-been es peor que un perdedor: cuando todo el mundo te empieza a alabar como si fueses la gran esperanza blanca y luego hay una enorme decepción y un gran cataclismo.
En todo caso, es un retrato robot que abunda en la literatura: periodista en crisis personal y laboral cuando alcanza cierta edad.
He hecho un esfuerzo de imaginación total, ya que no tiene nada que ver con mi mundo. De hecho, la historia del periodista malogrado la he visto desde fuera, porque nunca he trabajado así, pero la caída, el ridículo y el patetismo sí que son algo vivencial. Es un libro sobre la crisis de los cuarenta y la posibilidad de redención de un tío que –da la puta casualidad– es periodista, porque me parecía más cercano que hablar de un minero.
No quería hacer un análisis de la industria, el libro no va por ahí. Es paisajístico: sí que se habla de la decadencia de los medios, como también de la crisis, pero para evidenciar su debacle personal y cómo se vende al mejor postor.
¿Amortigua la caída una pareja estable o el nacimiento de un hijo?
Todo lo contrario. En el caso de Cienfuegos, la caída se explica por la llegada de unas responsabilidades adultas que el protagonista no está preparado para asumir de ningún modo. De hecho, el advenimiento de la paternidad y la entrada en un mundo adulto real, no ficticio ni peterpanesco, le catapulta hacia la completa perdición.
"Soy un adulto llorando en medio de una plaza pública; en eso me he convertido", dice el protagonista. ¿Por qué la lágrima, entre la infancia y la vejez, se ha vuelto tan íntima?
"La traición más grave de la Transición la protagonizó el PSOE"
Mi
protagonista es bastante llorón, pero es que está hecho una porquería
[risas]. El pobre se merece echar unas lagrimillas. La línea que te
separa de la autoindulgencia y la cursilería, especialmente si metes a
niños en un libro, es muy fina. Me parece peligroso entrar en el terreno
de About a boy y las novelas cursis de Nick Hornby, donde
aparecen niños cada dos por tres haciendo monerías y diciendo esas cosas
tan alucinantes sobre Nirvana.Me refería al llanto como manifestación casi acotada al ámbito de la vida privada. Igual que, en la vida real, quizás nos tocamos cada vez menos...
No creo que esto sea así en España. En Inglaterra no se toca nadie: si alguien se abraza en el metro, la gente llama a la policía, como si asistiera a una violación. Aquí, si ves a una mujer llorando en la calle, la primera inclinación es ir a preguntar qué coño pasa y la segunda, pensar quién habrá sido el hijo de puta que le ha hecho algo. Siempre hay un tío detrás jodiéndola, qué casualidad. Cienfuegos habla de "hombres cagándola", algo que también vertebra el libro: hombres metiendo la pata una y otra vez.
Paralelamente a la historia de desamor, de fondo, el 15-M. Usted, que ha participado activamente en el movimiento, ¿qué futuro vislumbra para sus hijos?
Es una novela en el 15-M, no sobre el 15-M. En todo caso, no soy el más adecuado para trazar las directrices políticas del movimiento.
Se lo pregunto como padre.
"Yo hago tragicomedia vivencial. No puedo escribir sobre algo que no me haya pasado a mí o a mi gente"
Mi
santa esposa lo ve con gran optimismo y piensa que dentro de quince o
veinte años todo será mucho mejor. Yo no lo veo tan claro. Pese a las
divergencias puntuales, me alineo completamente con el 15-M, pero temo
que entre en un estadio de museística, como dice Antonio Baños: "El año
que nos revolucionamos". No digo que sus responsables tengan la culpa,
pero sí que han permitido que en sólo doce meses haya museística de un
movimiento muy interesante y válido. De golpe, ya hay exposiciones sobre
las pancartitas, y yo creo que no debería ser así.Las marcas absorbieron, desde una perspectiva publicitaria, el código y el lenguaje del 15-M.
Es inevitable. La industria siempre lo hace con todo menos con el terrorismo, aunque también sucede... Es muy ingenuo y teenager partir de que no lo van a adoptar. El 15-M, por su posición no violenta, se ponía en las manos de Movistar. Por otra parte, el reconocimiento social que estaba adquiriendo me parecía muy legítimo y útil. Las ancianas, en vez de atemorizarse, decían: "Esto es guay". La clase media, en vez de rehuir de él y esconderse en sus hogares, igual. Aunque ahora no lo tengo tan claro como entonces.
¿Le parece, en ese sentido, una revolución burguesa?
No lo creo. Había voces más radicales y una parte socialdemócrata que reclamaba... Y por eso lo hacía más aceptable de cara al stablishment.
Reclamaba no perder los derechos adquiridos, que no demuelan el estado del bienestar.
Pues vale, no era súper radical. A mí el radicalismo de opereta y de café tampoco me interesa demasiado. Tampoco es un mal lugar donde empezar, no equivale a rendirte. Lo que me provocaba desprecio y torrentes de vómito en mi gaznate eran los cínicos que decían: "Esta revolución es demasiado socialdemócrata, me espero a la siguiente". No, tío, la revolución es la revolución. Si llega algo estupendo, te unes a ello y luego lo debatiremos en cualquier café o asamblea.
Si no, volvemos otra vez a las putas mierdas de disputas entre estalinistas y anarquistas de los años treinta. La gente que lo descalifica por insuficientemente revolucionario merece el empalamiento [risas].
En todo caso, es más escéptico que su mujer respecto al futuro de sus hijos, ¿no?
Estamos entrando en un cambio de paradigma y en unas épocas oscuras. Cuando Roosevelt y el New Deal, no pasaban cosas así. Había un proteccionismo de Estado que tenía sentido y conservaba el tejido social. Aunque los anarquistas se cagaran en él, vertebrar la sociedad de esa manera era válido. Ahora, en cambio, nos dirigimos hacia el neofeudalismo: cinco tíos con apellido noble van a ir a la Universidad y el resto vamos a estar buscando tubérculos en un fangal. Esto no está tan lejano... Ha sido un golpe de golpe para España, que se ha convertido en un país de Latinoamérica.
En su libro, Defensa Interior cobra forma de grupo musical, todo un guiño al anarquismo irredento.
"He tenido un déficit de cultura peninsular que ahora estoy supliendo"
Es un humilde homenaje pop a su causa. Mis simpatías yacen allí y no en la cultura de la transición.
Que nos abriesen los ojos al gran engaño que sufrimos en dos décadas de
cultura posfranquista ha sido una de las revelaciones más inspiradoras
que hemos sufrido en los últimos años. Hablo de eso, pero también se
insinúan las traiciones que acontecieron entonces, como la del PSOE.¿Mayor que la del PCE?
Depende de lo que te haya afectado personalmente. En mi familia fue así, pero respecto a la generación de los años setenta la traición grave fue la del PSOE, el arribismo, la cultura de la transición... Hubo gente que, poco antes, había vivido un pequeño lapso bizarro de libertarismo tras la muerte del dictador, cuando parecía que algo sensacional iba a pasar. Yo ya no vi eso, sino unos medios sólidamente alineados con el poder, cosa que no pasa en ninguna otra parte de Europa. Es una anomalía, algo que no sucede en Francia, Alemania o Reino Unido. Habrán acabado igual de mal, pero hay una respuesta mediática contra el poder muy dura. Y aquí no.
¿Cómo y por qué le conquistó la cultura británica?
Viene de la infancia. La anglofilia es un sentimiento un poco denostado, y con razón: los macrofestivales que traen sólo a artistas americanos me parecen una basura. La mía es una anglofilia de la imaginación, un país que te gusta como lo imaginas, no como realmente es. Surge en 5º de EGB, a partir del rollo victoriano y de lecturas de Arthur Conan Doyle o de El día de los trífidos [John Wyndham].
¿Pero llega al mod a través de la literatura?
"La literatura siempre será un poco manca porque no tiene música detrás"
Es una paradoja, porque cuando conocí a los mods llevaba media infancia siendo anglófilo. Para mí fue una evolución lógica y natural: amaba a Inglaterra, no sabía qué eran los mods
y, de golpe, en 1984 descubrí que había unos tíos guays con vespas y
chapas, semi vándalos, que escuchaban discos alucinantes y que también
eran ingleses. Cada uno tiene sus lugares seguros y sus mundos
imaginarios, pero esto no quiere decir que valore más lo de fuera que lo
de aquí. Prefiero la rumba catalana al Primavera Sound. No estoy con los tíos que sacuden la cabeza con Arcade Fire en un macrofestival. Mi cultura es otra: yo vengo de amar cosas raras de Inglaterra desde que era muy pequeño, no por esnobismo sino porque era mi mundo privado. He tenido un déficit de cultura peninsular que ahora estoy supliendo. Me ha costado mucho leer a españoles, pero me estoy haciendo adicto a cosas de aquí también.
De hecho, me llamó la atención que le gustase tanto Enemigos de lo ajeno.
Es mi año de gloria: 1986.
Cita continuamente letras del disco de El Último de la Fila.
Me siento muy afortunado por eso, porque amanecí a lo mod (hace veinte años que no lo soy, pero es una parte bastante importante de mi educación) en los años ochenta, que eran muy libres: conocí a muchos mods a los que les gustaban The Smiths, todo el mundo escarbaba en cosas raras de soul y tal, la gente tenía un afecto por el pop chulo, aunque fuese muy raro... Los Burros y El Último de la Fila fueron un amor a primera vista, me encantaron desde siempre. No era premeditado que aparecieran en el libro, porque no soy de guiños posmodernos ni de época, pero me salían cuando hablaba de tristeza y melancolía.
Para usted la adolescencia es un terreno mítico e idealizado...
Aunque no querría volver, eh, siempre hay una amargura ahí.
¿Dejó de ser feliz algún día?
En mi adolescencia, la excitación era tan bestia que no te permitía establecer divisiones entre felicidad y tristeza.
¿No hay luego un punto de inflexión en el que, si no deja de ser feliz, se replantea qué es la felicidad?
Yo
ahora soy feliz de diccionario, con todo lo que ello implica. Cuando
era muy joven, nunca le preguntabas a la peña si era feliz: estaba muy
contenta, loca, excitada o suicida. La excitación del descubrimiento
diario y del gozo loco de ser adolescente te impedía pensar en términos
como la calma o la felicidad. Pero nunca regresaría a esa etapa, un
estadio que me llena de melancolía por las cosas que no volverán. Fui
más infeliz en los ochenta que ahora, aunque nunca volveré a estar tan
excitado por la vida como entonces, con la amargura y el horror que
conllevaba también...
¿Y el pavor por los heavies nazis?
"Una novela llevada al cine te va a decepcionar y romper el corazón"
No [risas]. El miedo como tal lo experimenté de mayor. De pequeño, ni yo ni mis amigos le temíamos a nada. Pero los heavies nazis que tiraban rocas enormes desde acantilados, como de película de Roger Corman, no los soñé. ¡Existieron!
¿Se ha planteado escribir un libro sonoro, trufado de canciones, que permita acompañar la lectura con las referencias musicales que acostumbra a citar?
La literatura siempre será un poco manca porque no tiene música detrás.
Libro digital, enlaces...
Vengo de un lugar anómalo en el mundo de la literatura (skins, mods, fanzines...), pero en el fondo soy un tradicionalista. Me gustan los libros en papel y existe una cierta tradición de la que me siento heredero. Las mariconadas tecnológicas y las innovaciones no me gustan particularmente ni creo que sean necesarias. Me molan los libros que te vuelven loco y te cambian la vida por sí mismos. No creo que haya que ofrecer gadgets para disfrutarlos. No me gusta el rollo multidisciplinar. Los libros son libros y están bien como son, no hace falta tocarlos.
¿Ha surgido la oportunidad de llevar sus libros al cine?
Una vez, pero no prosperó. Desconozco el motivo y nunca he vuelto a saber nada del tema.
¿Rompepistas?
No, fue con Cosas que hacen BUM.
Le pega una película musical, aunque niegue...
Yo iba a hacer el acercamiento estilo [Francisco] Casavella: Take the money and run.
Pasando del guion.
Sí, sí, como Alan Moore. ¿Que hacen una bazofia? Da igual. Porque es tan obvio que te va a decepcionar y romper el corazón... Mejor cobrar, dejar que hagan lo que les salga de los cojones y no permitir que tu firma salga para que luego digan: "Adaptado de...".
"Mi excitación adolescente era tan bestia que no podía discernir entre felicidad y tristeza"
Ni basado en...No, no. Todos mis héroes han estado al borde del suicidio por cosas así. Nelson Algren casi se mata después de El hombre del brazo de oro, protagonizada por Frank Sinatra y dirigida por Otto Preminger. Los fracasos y golpes de mis héroes los tengo bastante interiorizados.
¿Qué filme le ha gustado más que la novela en la que estaba basado?
Me rompe el corazón decir esto, pero el libro de Joseph Heller Catch-22 (Trampa 22) me parece un poco excesivo. Aunque soy muy fan, hay demasiados detalles y no engancha tanto como la película. Es la excepción que confirma la regla. La norma es la decepción, la tragedia y el horror: "Dios mío, qué han hecho con mi libro favorito". El otro filme es Fight Club (El club de la lucha), que no es peor que la novela. Son exactamente iguales: si te gusta una cosa, te gusta la otra.
Usted, antes de las elecciones catalanas, mostró su rechazo al manifiesto de los intelectuales contra las propuestas soberanistas de Artur Mas. ¿Se ha planteado...?
Pero también me cago en Mas y en todos [risas].
De ahí a hacer una huelga sucia en su blog, Bendito Atraso...
"La línea que te separa de la autoindulgencia y la cursilería, especialmente si metes a niños en un libro, es muy fina"
Sí,
una huelga fecal... Me revienta que me exijan tomar partido entre hijos
de puta. No puedo. Porque estás en contra de Convergència i Unió, ¿te
has de unir con los intelectuales fascistas que han firmado el
manifiesto? No. Estoy en contra de esos hijos de puta, de todos los
colores: United Colors of Hijos de Puta, o sea. Tan despreciables me
parecen las propuestas de intelectuales españolistas y claramente fachas
de toda la vida (que es lo más triste, aunque no lo digan), como las
maniobras de un grupo de derecha católica como CiU. Es obsceno reclamar
que uno se posicione.Si no fuese escritor, ¿sería carpintero, a lo Tim Hardin?
Sí, estaría mejor, la verdad. Es broma. Ser escritor es de puta madre. Como decía Azcona, la vidorra del escritor. En mi caso, no es tan vidorra, pero... Joder, yo he estado en cadenas de montaje y te aseguro que esto gana a la cadena de montaje de la Seat.